El destino no quiere un romance
entre Buenos Aires y el río
Hasta hace no muchos años
Allá por 1915 se había proyectado un paseo a la vera del río escondido para los habitantes de Buenos Aires. Recién en enero de 1917 comenzaron las obras para concretar el llamado “Parque balneario”.
Para ello se ganaron terrenos al río entre las calles Belgrano y Brasil; se ejecutaron trabajos en una superficie de 60.000m2., y entre las tareas realizadas se efectuó la desviación de la red cloacal; el transporte de
Además se plantaron 800 tipas, 3200 arbustos y se sembraron
La construcción del espigón de
Los vecinos de la ciudad de Buenos Aires esperaban ansiosos la inauguración de este balneario. Para ello, el 11 de diciembre de 1918, aunque el cielo cubierto amenazaba lluvia y el calor era sofocante, desde las primeras horas más de 100.000 personas arribaron por la puerta de entrada (Av. Belgrano) y la de salida (Av. Brasil). La cantidad de autos entorpecía el desplazamiento de la gente, pero no impedía la algarabía que aliviaba las molestias.
Aprovechando que la marea era excepcionalmente baja, autos descapotados circulaban por la playa transportando elegantes damas vestidas de blanco. Los que no viajaban en coche, podían hacerlo en tranvía por la prolongación del tramo que se hiciera en
Todo era caminar con entusiasmo: la ciudad progresaba. La totalidad de los sectores sociales se había dado cita en el lugar; mujeres de blanco con sombreros o cofias; los hombres de riguroso negro, tocados con galeras, o con gorras los más jóvenes y, mayoritariamente con ranchos. Se los veía luciendo camisa y corbata, con moñito o con cuello palomita.
Hasta las banderas que engalanaban la obra soportaron la lluvia que cayó de improviso. Desde las 19 horas, en que terminara el acto oficial presidido por el intendente Joaquín Llambías, el público aprovechó para zambullirse en el agua a pesar de estar vencido el horario que para ese fin habían establecido las ordenanzas: de
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Pasados tantos años quedan vestigios y algunas maravillas en pie que testimonian la importancia que tuvo para el habitante de Buenos Aires este regalo –casi único en su género- que el municipio diera a los vecinos para el disfrute de su tiempo libre.
Uno de ellos es la “Fuente de las Nereidas” de Lola Mora. Esta obra que la artista concibiera en 1902 como una manera de retribuir al pueblo argentino la beca que se le concediera para perfeccionarse en Europa, fue polémica desde el comienzo.
La pacatería porteña veía en sus desnudos una ofensa al pudor que le negaba el derecho ser colocada en
Lola Mora, anciana y demente, los días de lluvia, iba al pie de este conjunto escultórico, para secar las figuras con un pañuelito. Fue su obra preferida.
Otro monumento está en la bajada de Av. Belgrano homenajeando a don Luis Viale. Recordemos que este emprendedor italiano en 1871, naufragó viajando a Montevideo. En posesión de un salvavidas, lo cedió a una mujer embrazada porque lo consideró su deber, sabiendo que le esperaba la muerte.
Hoy su estatua sigue el destino de aquel a quien representa, pues sus bases se hunden en un pantano en el que suelen nadar vistosos patos.(1)
El arquitecto húngaro Andrés Kalnay construyó allí, en 1927 varias edificaciones que sirvieron como confiterías o quioscos. La más conocida de ellas es la “Munich”, obra de admirable estilo, colmada de esculturas, vitrales, cielorrasos decorados, frisos y pérgolas.
Allí solía reunirse “el todo Buenos Aires”, artístico y político. Contó en su época con grandes adelantos técnicos en cuanto a las intalacionesfrigoríficas que fueron las segundas en orden de importancia, luego de las utilizadas para las carnes de exportación. La cámara permitía mantener refrigerados
Cuando decayó la afluencia de público estuvo a punto de ser demolida por
El que posea un espíritu curioso, si hace una recorrida por
No exageramos cuando decimos que el municipio le regaló a los porteños con este paseo, un verdadero lugar de esparcimiento. Baste recordar que todo divertimento allí tenía su lugar: celebraciones de carnaval, parque de diversiones mecánico, la actuación de cómicos que con los años serían célebres, bailes populares los fines de semana y, en ese río que ya no vemos, se entrenaban nadadores como Abertondo, Sepiurca y viera.
La anécdota nos recuerda que durante muchos años el Servicio Sanitario de
Es para destacar que en la intersección de Av. Costanera y Brasil se encuentra el Museo de Calcos, en el que se exponen permanentemente reproducciones de las mejores esculturas del mundo.
En la actualidad la fisonomía de la antigua Costanera ha cambiado radicalmente cuando los galpones de los viejos “docks” se reciclaron para suntuosos departamentos, oficinas, restaurantes, etc. Todo cinco estrellas, con palmeras y canteras con flores. El tiempo dirá que incidencia tendrán estos sobre un paseo en esencia popular.
Cuando examinamos las fotografías del día de la inauguración en aquel lejano de 1918, nos llama la atención el esfuerzo de la gente por aparecer en las imágenes.
Sabían sin saber… que estaban protagonizando un acontecimiento más que importante en la historia de la ciudad.
(2) El río se alejó como consecuencia de la aparición de
(3) Alguno de estos edificios se encuentra, hoy, restaurado, sirviendo a su función originaria, la de bar.
© Peña de Historia del Sur. Ana di Cesare, Gerónimo Rombolá, Beatriz Clavenna
Publicado en junio de 1995
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